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01/02/2023

A 20 años del desastre del Columbia: Los últimos segundos de vida de los tripulantes y los errores de la Nasa

El 1° febrero de 2003, el transbordador espacial se desintegraba cuando estaba a 16 minutos de completar su misión

No se lo recuerda ni como el accidente, ni como la explosión o la desintegración del transbordador espacial. Al episodio se lo conoce como “El desastre del Columbia”. Y eso fue un acierto semántico. Se trató de un desastre a toda escala, técnica y humana.

Faltan 16 minutos para que termine la travesía. Para el resto del mundo se convirtió en rutina. La noticia, si es que alguien la escribe, saldrá en un recuadro mínimo en las páginas interiores del diario. Ya todos están acostumbrados: es el viaje, la misión número 28. Para ellos siete es distinto. Nunca lo podrán olvidar, esa travesía será el momento cumbre de sus vidas. El momento en el que se convirtieron de manera real en lo que millones soñaron en su infancia, y a lo que muy pocos, apenas unas decenas en medio siglo, acceden: ser astronautas, surcar el espacio.

En la base, en las mesas de control, hay seriedad y silencio. Pero no están compuestos de nerviosismo o de incertidumbre. Es la concentración que requiere un trabajo complejo y de precisión. El miedo sólo habita en los familiares de los tripulantes que por amor y por desconocimiento de la tarea no van a respirar tranquilos hasta que todo haya acabado. Cuando el desastre se desata, pese a estas prevenciones, la primera sensación, la que se anticipa al horror y al dolor insoportable, es la de la incredulidad.

Pasó hace veinte años, el 1 de febrero de 2003. El transbordador espacial Columbia estaba terminando su vigésima octava misión. A un cuarto de hora de concluir el trabajo de sus vidas. Habían partido el 16 de enero y habían cumplido con cada uno de sus objetivos. Estaban felices y orgullosos de lo que habían logrado. Ya ocupar un asiento en la nave era un gran logro. A ninguno, ni durante la preparación, ni durante la misión se le cruzó por la cabeza la imagen del Challenger: eso había pasado hacía demasiado tiempo y la NASA, creían –estaban convencidos-, había aprendido la lección.