05/07/2020
Nicolás Maduro no se inmuta a la hora de destruir la moral de la institución militar venezolana
El día que ascendió a los integrantes de la Guardia de Honor Presidencial (Casa Militar) y a los de la Dirección General de Contra inteligencia Militar (Dgcim) dijo: “Debemos sentirnos orgullosos de esta Fuerza Armada Nacional Bolivariana”.
Y asciende a los dos oficiales que establecieron una plataforma de tortura que está vigente: al ahora teniente coronel de la Guardia Nacional Alexánder Enrique Granko Arteaga y al ahora general de brigada del Ejército Rafael Antonio Franco QuinteroQuizá como dijo el ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, lo más importante es la lealtad.
“Hay un valor dentro del mérito que se llama lealtad; la lealtad a la Patria, al pueblo, a los superiores, los compañeros y los subalternos, al sistema democrático que nos hemos dado, las autoridades y las instituciones”, dijo, pero lo que no mencionó el general en Jefe es la lealtad a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela a la Ley Orgánica de la Fuerza Armada, a las normas que rigen a la institución castrense y que prohíben que un oficial ascienda, ni siquiera sea considerado, cuando tiene expedientes abiertos.
El 9 de mayo del 2018 es asesinada a tiros, por dos motorizados, en el sector Pirineos de San Cristóbal, estado Táchira, la joven Karla Stefanie Romero Quintero, de 29 años, quien era estudiante del cuarto año de Derecho en la Universidad Católica del Táchira. Inicialmente se creyó que era un robo, pero con el tiempo empezó a surgir una hipótesis escabrosa y terrible, un hombre celoso, que se creía poderoso y protegido le quiso hacer pagar caro el rechazo de la chica. Los sicarios que asesinaron a Karla son Jaiver Enrique Velasco Colmenares (quien usa la identidad falsa Arturo José Gómez Vásquez) y, quien conducía la moto, Enderson Daniel Hernández Vargas.
Ellos mencionaron como autor intelectual al mayor de la Guardia Nacional Manuel Salvador Parra Ramírez, quien entonces estaba adscrito al Destacamento de Frontera 353 de Guasdualito, estado Apure; por el sicariato habría pagado 11 millones de pesos (3 mil dólares americanos).
No aceptó el NO
Manuel Salvador Parra Ramírez es un hombre casado que enloqueció por una joven universitaria. Un año de amores, hasta que la joven le dijo que no quería seguir; ella quería formalizar su relación con Juan Miguel Casanova, que estaba soltero y sin compromisos.
Pero Parra era un hombre que derrochaba influencias, había estado durante muchos años en Casa Militar, junto al poder, entre los hombres de seguridad del entonces presidente Hugo Chávez. Para ese 2018 era comandante en Guasdualito, estado Apure. Le había regalado un costoso teléfono e incluso le dio parte del dinero para que comprara un vehículo.
No aceptó un no por respuesta de la joven.
Los registros telefónicos le indicaron al Cuerpo de investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (CICPC) que él la llamó infinidad de veces, le enviaba mensajes y empezó a acosarla; usaba una de las tres líneas telefónicas que tenía para ello, pero también se comunicó con quienes intermediaron para el sicariato. Va a San Cristóbal y le pide a la joven que se vean, quizá con el cuento de “por última vez”.
Es así como el 28 de abril 2018, acuerdan verse en un restaurante. Karla se presenta con un sobrino y un primo. Ella le contó después a su familia que en una mesa contigua había varios hombres a quienes el militar les pagó la cuenta con la excusa de que eran sus escoltas, pero no estaban uniformados. Esos hombres la habrían seguido desde entonces.
Uno de los sicarios que está preso contó que el asesinato se había planificado para el 5 de mayo, día en que el oficial tendría una coartada y por ello publicó una foto con su esposa declarándose amor eterno. Pero Karla estaba en La Fría, a unas horas de San Cristóbal, y los sicarios no pudieron matarla ahí, hasta que lo hacen cuatro días después cerca de la residencia de la joven.
En un trabajo, por demás plausible, del CICPC quedó claro que el móvil no fue el robo, no solo porque solo se llevaron su teléfono dejando las prendas de oro que lucía y su bolso con dinero, sino porque descubrieron cómo los teléfonos de los sicarios estaban el 5 de mayo en La Fría y después el 9 en el lugar donde la mataron.Fuente:(Noticias)