01/07/2019
La presidencia del general Perón en 1974 fue una proyección de sus avanzados años y su enfermedad. Su débil gobierno trasladaba esa agonía y la de la era histórica que endémicamente llegaba a su fin
El 1 de julio de 1974 moría Juan Domingo Perón, líder y creador del movimiento justicialista, y sin lugar a dudas el personaje político más significativo de los últimos 50 años en la historia de la Argentina.
Poco después del mediodía de ese día, el pueblo argentino se enteraba del fallecimiento del presidente peronista, y de aquel hombre que, a lo largo de su vida política, despertó amores y odios irreconciliables.
Para un movimiento político cuyo líder es la piedra fundamental y primaria donde se sostiene todo su andamiaje, la muerte de éste significa inexorablemente el fin de dicho movimiento o, por lo menos, la culminación de la etapa que representa. Esto sucedió en el caso del peronismo y la muerte de Perón.
La presidencia del general Perón en 1974 fue una proyección de sus avanzados años y su enfermedad. Su débil gobierno trasladaba esa agonía y la de la era histórica que endémicamente llegaba a su fin.
El peronismo ya no era el de los años 40, y la sociedad que había creado y representado estaba ahora, fragmentada y diversificada. El país de 1973 ya no era el de 1945, ni económica ni políticamente. El ahora anciano "líder de las masas argentinas" sabía, a su regreso, que no sería fácil homogeneizar política e ideológicamente al pueblo argentino y, tironeado por unos y otros dentro de su propio partido, vivió así su último año.
Los tres sepelios que se realizaron en su honor indicaron claramente la importancia de su persona en la vida argentina.
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