02/05/2025
Hace 43 años, el 2 de mayo de 1982, el crucero ARA General Belgrano fue hundido por un submarino británico en la Guerra de Malvinas, dejando 323 muertos
En 58 minutos, la tripulación enfrentó una evacuación heroica bajo el mando de Héctor Bonzo. La decisión de Margaret Thatcher marcó un punto de inflexión en el conflicto. El sitio del hundimiento es hoy tumba de guerra, un símbolo de sacrificio y memoria nacional.
El 2 de mayo de 1982, a las 16:02, el crucero ARA General Belgrano navegaba en aguas del Atlántico Sur, reorientado hacia una posición defensiva tras órdenes confusas recibidas en la madrugada. La Guerra de Malvinas, desatada un mes antes, enfrentaba a Argentina y el Reino Unido en una lucha por la soberanía de las islas. Nadie a bordo del buque, con 1.093 tripulantes, imaginaba que en menos de una hora su destino cambiaría para siempre.
El submarino nuclear británico HMS Conqueror, bajo órdenes directas de la primera ministra Margaret Thatcher, disparó dos torpedos. El primero impactó en el centro del crucero, causando la mayoría de las 323 muertes, incluidos dos civiles que trabajaban en la cantina y se negaron a abandonar la misión. El segundo torpedo dañó los sistemas eléctricos de emergencia, acelerando el hundimiento. En 58 minutos, el buque de 180 metros de eslora, adquirido a Estados Unidos en 1951, se perdió en el fondo del mar.
La evacuación fue un acto de disciplina y valentía. A pesar del humo denso, la falta de electricidad y una marejada implacable, los tripulantes siguieron las órdenes del comandante Héctor Bonzo. Con megáfonos y gritos, se organizaron para subir a 72 balsas salvavidas. Los heridos, muchos con quemaduras o asfixia, fueron trasladados a la cubierta por sus compañeros. El personal médico aplicó morfina y distribuyó abrigo, anticipando las gélidas horas en el océano.
Un buque con historia y una tripulación unida
Antes de ser el ARA General Belgrano, el buque fue el USS Phoenix, sobreviviente de Pearl Harbor, y luego el ARA 17 de Octubre bajo el peronismo. Rebautizado en 1955 tras la Revolución Libertadora, el crucero participó en misiones clave, como la Operación Soberanía de 1978. En 1982, su rol en Malvinas era custodiar la Isla de los Estados, pero la orden británica de atacar lo convirtió en blanco.
La tripulación, ampliada a 1.093 hombres para la guerra, operaba en turnos de ocho horas. El compañerismo marcó la evacuación: no hubo pánico, y los rangos se respetaron. Bonzo, el último en abandonar el buque, cumplió una promesa al suboficial Ramón Barrionuevo, quien se negó a dejarlo atrás. Las balsas, atadas en grupos para mantenerse visibles, enfrentaron 21 horas de tormenta hasta el rescate, iniciado por los buques ARA Bouchard y Piedrabuena.
El hundimiento, ocurrido fuera de la Zona de Exclusión Total, generó controversias. Familiares denunciaron un crimen de guerra, pero la Armada Argentina y Bonzo sostuvieron que el ataque fue válido en el contexto bélico. La tragedia, que representó casi la mitad de las bajas argentinas en el conflicto, debilitó la posición naval del país y allanó el camino hacia la rendición el 14 de junio de 1982.
Hoy, el lugar del hundimiento es tumba de guerra y sitio histórico nacional. La memoria de los 323 fallecidos, junto al coraje de los sobrevivientes, permanece como un testimonio de sacrificio en una guerra que marcó a la Argentina.